Nuestra casa es pequeñita pero hemos hecho sitio a un también pequeñín despacho. Allí tenemos una silla de Ikea,
donde escribo estas entradas, por ejemplo. Una silla de falso cuero que con el tiempo se ha fue depeluchando hasta quedar bastante poco presentable (y molesta, se caían los trocitos al suelo). Así que decidí hacerle una funda.
A la parte de arriba le desmonté los reposabrazos e hice un especie de bolsa, con el truco de coser las esquinas en triángulo para darle anchura.
Le hice dos agujeritos para meter el tornillo del reposabrazos y en la parte de abajo le añadí un velcro para poder quitarlo para lavar.
La parte del asiento lo fui haciendo un poco a ojo: centré el dibujo, cosí un dobladillo por la zona exterior de la tela, que al aplicarla al asiento se va debajo de este, y le metí dos cuerdas que cogían los dos lados paralelos y que al ajustarla dejase la tela bien tirante y se pudiera quitar fácilmente. Visto desde abajo no queda muy estético, pero arriba la tela estira y queda perfecta.
Ya le había hecho a esta silla una medio funda, solo el asiento, y lo ajusté con goma y fue un desastre. De usar la silla, la goma aflojó y no se sujetaba bien la tela. Por eso, este sistema de la cuerda, es más tosco pero más efectivo.
Así, un poco estilo casero, hice la funda de mi silla de despacho que, la verdad, ha quedado muy curiosa y le ha dado una segunda vida a la silla, que fuera de la tela, estaba aún en buen estado.
Con mi funda, me presento un miércoles más al Mimi de Malas Costureras.
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